- ¿Qué debemos tener en cuenta sobre la conexión con nuestros hijos e hijas adolescentes?
- ¿Cuál es la clave para una relación fluida y saludable con los hijos adolescentes?
- ¿Nos podríais dar algunos consejos clave para conversar con nuestro hijo adolescente?
- ¿Qué puedo hacer para que mi hija me cuente las cosas y no sufra por darme más preocupaciones?
- ¿Es correcto querer saber absolutamente todo de la vida de nuestros hijos?
- ¿Cómo debemos que tener una conversación con nuestros hijos sin que parezca un interrogatorio o lo vean como tal?
- Mi hija les explica más los problemas a sus amigas que a mí que soy su madre. ¿Qué hago?
- ¿Cómo conectar con ellos cuando responden con tono despectivo y rechazan hablar?
- ¿Cómo abordar una conversación con ellos cuando sabemos que nos mienten?
- ¿Cómo debemos actuar si no nos gustan las amistades de nuestros hijos o sus parejas?
- ¿Cómo podemos hacerle ver que las normas y límites son necesarios para tener un orden y que no lo hacemos para fastidiarles sino porque les queremos?
- ¿Cómo puedo crear entornos de confianza con mi hija?
- ¿Cómo podemos poner límites en la adolescencia si antes no lo hemos podido hacer?
- ¿Cómo podemos gestionar los conflictos que surgen cuando se saltan los límites?
- Mi hijo pone en duda todo lo que digo, como si nada de lo que comento sea válido. ¿Qué podemos hacer?
- A veces tengo la sensación de que mi hijo me oye, pero no me escucha. ¿Cómo puedo conectar con él para que nos haga caso?
- ¿Es normal que mi hija me deje de hablar y diga que no me quiere?
¿Qué puedo hacer para que mi hija me cuente las cosas y no sufra por darme más preocupaciones?
Este miedo a preocupar a los padres es frecuente en adolescentes que podemos llamar de forma coloquial más introvertidos o «sufridores», bien porque que se preocupan más de los demás que por ellos mismos, priorizan el complacer al otro a sus propias necesidades, o son muy autoexigentes y se exigen a ellos mismos que deben de solucionarse sus problemas solos. Algunos se juzgan demasiado y consideran que «no deberían de estar tan mal por una situación» y se auto juzgan negativamente como exagerados o débiles y, al final, por todo ello, les cuesta pedir ayuda.
Seguramente necesitan sentir que entendemos que, a veces, uno se puede sentir mal, culpable o que «se hace la víctima» si comparte sus preocupaciones. Podemos incluso agradecerle su consideración hacia nosotros, pero transmitirles seguridad y capacidad de poder ayudarles y apoyarles. ¡A veces los padres deben recordar y explicitar a los hijos de este perfil que nuestra labor como padres es justamente preocuparnos! Es crucial poder neutralizar esta culpabilidad y transmitirles seguridad: «estoy aquí, estás seguro y puedo gestionarlo contigo cuando tu decidas».
Cuando se dé la oportunidad, es bueno reflexionar con ellos sobre esta dificultad en poder respetarse a sí mismos. Pedir ayuda es permitirse no tener siempre que solucionar las cosas solo, es una habilidad de afrontamiento saludable, poder bajar esta presión y poner el foco en la necesidad de cuidarse a uno mismo.
Como padres, ante estas dificultades, podemos tener muchos sentimientos: miedo, frustración, culpa, impotencia, ¡incluso enfado por sentir que no confían en nosotros! Tenemos que poder gestionar todas estas emociones, pero ¿cómo?
- Es importante que podamos respetar su intimidad, pero manteniéndonos serenos y disponibles cuando sí tengan la iniciativa de compartir. Cuando esto ocurre, que se pare el mundo ya que tenemos una gran oportunidad: mostrar y demostrarles que somos un espacio seguro, tranquilo, respetuoso y, recordemos siempre, con mucha curiosidad por entender y ponernos en su lugar. Si esto ocurre cuando ellos deciden compartir, habremos brindado un ejemplo que les puede animar a seguir compartiendo con nosotros.
- Como padres que estamos preocupados ante la posibilidad de que nuestro hijo esté sufriendo, debemos de gestionar nuestro modo alarma y evitar presionar e insistir. Evitar, por ejemplo, preguntar de forma insistente; señalar que le ves mal; reiterar tu preocupación, etc. Al final corremos el riesgo de acabar transmitiendo justamente que no eres capaz de contener ni tu malestar, así que podemos acabar retroalimentando justamente su miedo. Debemos entender y confiar en que irá haciendo su aprendizaje en gestionar sus emociones.
- También hay que poder establecer con ellos unas condiciones. Aunque respetemos sus límites y su intimidad, debemos proteger y mantener un mínimo de seguridad, es decir, hay que dejar claro y establecer con ellos (en una conversación tranquila y no en momentos de crisis o malestar), que, si se observan conductas de alarma o indicios de que existen unas dificultades de afrontar de forma adecuada y saludable un malestar, nuestro deber como padres será solicitar ayuda o aumentar nuestra supervisión como medidas de protección, no de control ni de castigo.
De entrada, no es fácil, no siempre les apetece hablar con nosotras, pero si les mostramos disponibilidad e interés es más fácil (Madre de adolescente).
Demostrarle que estás aquí para lo que necesite, pero respetando sus tiempos y sin presionar. Al final, sólo lo explicará si él o ella elige hacerlo (Hija adolescente).