¿Mi hijo está enganchado a las nuevas tecnologías?
Las adicciones comportamentales se definen como la pérdida de control sobre una conducta que genera la aparición de consecuencias adversas y un fracaso en la resistencia al impulso o tentación de realizar un acto perjudicial para uno mismo o los demás.
Como en las adicciones a sustancias, los jóvenes que muestran adicciones comportamentales pueden experimentar una necesidad cada vez más elevada de realizar la conducta adictiva, mostrando más frecuencia o duración de la misma y síndrome de abstinencia ante la privación, caracterizado por malestar como tristeza, irritabilidad e inquietud física.
Tipos de uso
Así pues, ¿cómo podemos saber si el uso que hacen los jóvenes es perjudicial? Para saberlo debemos fijarnos en las consecuencias derivadas del uso de las TIC y según esto podemos hacer la siguiente clasificación:
- Uso normalizado: el consumo de TIC, por cantidad, frecuencia o motivación, no produce consecuencias negativas al joven o a su entorno.
- Uso inadecuado: realización de actos perjudiciales para los demás (ciberbullying, sexting...).
- Uso excesivo: el consumo de TIC se asocia a algunas consecuencias principalmente escolares, relacionales y familiares. Sin embargo, el adolescente mantiene el ajuste en el funcionamiento diario.
- Uso patológico/dependencia: se prioriza el uso de las TIC ante situaciones consideradas de mayor importancia para el joven. Su uso pasa a ser prioritario y se asocia a consecuencias graves para el sujeto y su entorno.
Factores de riesgo
Es importante puntualizar que no todos los adolescentes tienen el mismo riesgo de acabar desarrollando una adicción. A pesar del elevado porcentaje de adolescentes que consumen drogas, la mayoría no desarrolla un trastorno adictivo. Del mismo modo, aunque prácticamente todos los adolescentes utilizan las nuevas tecnologías, la mayoría no realiza comportamientos de riesgo y no desarrollarán un trastorno adictivo.
Algunos de los factores de riesgo que se han descrito para las adicciones a las tecnologías digitales son:
- Ser joven (cuando más joven más riesgo).
- Inestabilidad afectiva, ansiedad y depresión.
- Baja autoestima.
- Personalidad de tipo inseguro, timidez extrema.
- Soledad.
- Presencia de algún déficit en el entorno familiar, como por ejemplo, baja supervisión y desconocimiento de las TIC.
Consecuencias de las adicciones
Se han descrito muchas repercusiones asociadas con el uso de las TIC, siendo las más destacadas: la reducción de la calidad de vida (peor salud y baja calidad del sueño), la presencia de dificultades para la socialización presencial y la disminución del rendimiento académico.
A la vez, también se han relacionado con el aumento del riesgo de sufrir otras psicopatologías asociadas como la depresión, la ansiedad y el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), así como la presencia de malestar emocional, aislamiento en el domicilio y otras conductas de riesgo. Es importante tener en cuenta que algunas aplicaciones como los juegos online generan más demanda de atención clínica por sus mayores consecuencias en la vida del individuo.
Señales de alarma
Generalmente la instauración de la adicción es un proceso más o menos gradual que va desde los primeros contactos esporádicos, donde el joven experimenta aspectos placenteros que promueven su repetición (denominado reforzador positivo) hasta la necesidad de realizar la conducta una y otra vez con el fin de aliviar el malestar (denominado reforzador negativo).
Es importante tener en cuenta el momento evolutivo en la valoración de los adolescentes. En los momentos insidiosos de cualquier proceso patológico en el adolescente, puede ser difícil diferenciar entre la conducta adolescente normal y la que está provocada por una adicción incipiente.
El adolescente puede presentar y experimentar cambios en su estilo de vida que suelen descentrar a sus familias pero que constituyen parte de la evolución normal de su desarrollo y maduración.
Las señales de alarma son pequeños cambios que el adolescente va incorporando de forma sutil pero continua y que en un determinado momento pasan de ser poco habituales y justificables tanto para él como para su entorno a no serlo. Son todos aquellos indicadores de falta de normalidad que pueden evidenciarse en algunos de los siguientes puntos, debiendo presentarse de manera recurrente y sostenida en el tiempo:
- Patrón de sueño alterado, secundario al cambio de hábitos en el dormir y en la disminución de las horas de sueño para realizar la conducta adictiva. Por ejemplo, se queda conectado por las noches, se acuesta tarde, por la mañana le cuesta mucho levantarse.
- Patrón del apetito alterado, come rápido y mal para ganar tiempo, puede llegar a saltarse alguna comida.
- Menos atención por la higiene, debiendo recordarle pautas de higiene básica que antes realizaba (cepillarse los dientes, ducharse, cambiarse de ropa).
- Dejadez en aspectos importantes de su vida, motivado por el aumento del tiempo que ocupa el tiempo con las pantallas.
- Cambio del estilo de ocio, cambio de intereses, de entorno.
- Irritabilidad, especialmente cuando no puede realizar la conducta adictiva.
- Estado de ánimo oscilante, tendencia a la tristeza, se muestra poco comunicativo, encerrado en su mundo, le molesta que le preguntes cosas sobre su día a día.
- Rendimiento académico alterado, absentismo, incremento de las notificaciones de actitud poco colaboradora o reprobatoria, aumento de los suspensos y las expulsiones de clase.
- Empieza a realizar hurtos, generalmente de pequeñas cantidades de dinero, y especialmente a la familia más cercana.
Una rápida detección de que «algo va mal» por parte del entorno más cercano ayudará a parar la espiral negativa y reconducir la situación. Por el contrario, la no detección de las señales de alarma o su banalización pueden provocar un sentimiento de incomprensión e indefensión que suele complicar el cuadro.
Este es un artículo original del 12º Informe FAROS «Una mirada a la salud mental de los adolescentes - Claves para comprenderlos y acompañarlos».
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