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El estigma en el trastorno por atracón

Principales prejuicios relacionados con el sobrepeso y la falta de autocontrol, y consecuencias para la persona
Marta Chamorro

Marta Chamorro Fernández

Psiquiatra. Unidad de trastornos de la conducta alimentaria
Hospital Regional Universitario de Málaga
Mujer comiendo mucho

Resumen

El trastorno por atracón se caracteriza por episodios de ingesta descontrolada que generan estigma social y desafíos emocionales complejos. El sobrepeso conlleva prejuicios sociales y una malinterpretación de los síntomas del trastorno, lo que dificulta el reconocimiento de las necesidades alimentarias y emocionales. El autoestigma, derivado de la internalización de estos prejuicios, lleva a sentimientos de vergüenza y aislamiento, y establece barreras para buscar ayuda profesional. Este estigma se exacerba por el canon de belleza culturalmente impuesto y la presión por un cuerpo delgado.
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El trastorno por atracón implica episodios recurrentes de ingesta descontrolada de alimentos, acompañados por una sensación de pérdida de control y por emociones como la culpa o la vergüenza. A diferencia de otros trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia o la bulimia, el trastorno por atracón no se asocia a la presencia recurrente de un comportamiento compensatorio inapropiado (como el vómito o el uso de laxantes) y suele estar relacionado con el aumento de peso o con la obesidad. 

El estigma asociado a este trastorno es elevado y complejo, y puede afectar la salud mental de la persona afectada y la percepción social que se tiene de ella, pero también puede dificultar la búsqueda de tratamiento.   

trastorno atracon

El trastorno por atracón en la persona adulta

Analizamos a continuación algunos aspectos clave del estigma que rodea al trastorno por atracón.

El estigma social del sobrepeso y la apariencia

El estigma social asociado a la obesidad tiende a centrarse en el canon de belleza establecido en nuestros días y en pensar erróneamente que la persona se desvía de manera voluntaria de él. El canon de belleza imperante promueve el cuerpo delgado y esbelto como sinónimo de atractivo o digno de valor. Los ideales estéticos van cambiando según la cultura, la época histórica y las circunstancias sociales, pero comparten la característica de ejercer un control sobre la percepción individual y colectiva del ideal.

Este ideal estético, además, está promovido por los intereses económicos de la industria de la moda, las dietas, la cosmética..., favoreciendo la inseguridad corporal y la formación de un diálogo interno negativo y apremiante de cambio conforme a las exigencias sociales.

Se tiende a asumir que tener un cuerpo delgado es sinónimo de salud y que un cuerpo con más peso es insano, cuando puede no ser así. Además, existe la creencia de que exclusivamente el incumplimiento de las pautas nutricionales o la falta de ejercicio son las causas de la obesidad y que por tanto es fácil poderlo cambiar. 

Se culpa a las personas de desviarse de manera voluntaria del canon de belleza establecido, que promueve un cuerpo delgado y esbelto como sinónimo de atractivo y de salud.

Por este motivo, se culpa a las personas que no cumplen con dicho estereotipo físico, atribuyéndolo a falta de voluntad o disciplina. Estas creencias provocan actitudes que contribuyen a una visión negativa del cuerpo y no permiten ver lo que en realidad puede estar influyendo su salud. La obesidad es un fenómeno complejo en el que intervienen factores tanto médicos, psicológicos como ambientales. 

La desinformación y la presión estética aumentan el estigma y la discriminación en las personas con obesidad en todos los ambientes de la vida: familiar, social, médico, laboral, escolar y hasta en los medios de comunicación. 

La malinterpretación de los síntomas en el trastorno por atracón

Uno de los desafíos clave del trastorno por atracón es que sus síntomas a menudo se malinterpretan y, en muchos casos, se minimizan. Esta confusión se debe a la falta de comprensión sobre la naturaleza compulsiva del trastorno, lo cual contribuye a que sea difícil para las personas con este trastorno tanto pedir ayuda como recibir empatía o apoyo. 

Las principales maneras de malinterpretar los síntomas son: 

Confusión con la falta de voluntad o el autocontrol

Mucha gente asume incorrectamente que el trastorno por atracón es solo una cuestión de comer demasiado y carecer de autocontrol, cuando en realidad implica una serie de síntomas emocionales, psicológicos y físicos mucho más profundos. Durante un episodio de atracón, la persona experimenta una pérdida real de control sobre la ingesta de alimentos, lo que la diferencia de un episodio de «comer en exceso», que cualquiera puede tener de vez en cuando. 

Desconocimiento de las necesidades alimentarias y emocionales

En el trastorno por atracón, una de las dificultades clave es el desconocimiento que la propia persona tiene respecto a sus necesidades tanto alimenticias como emocionales. Algunos de los errores más comunes son:  

  • Confusión entre el hambre física y el hambre emocional. El hambre física se define como la necesidad biológica de alimento y el hambre emocional como el deseo de aliviar una emoción a través de la comida. El hambre emocional suele surgir en momentos de estrés, ansiedad, tristeza o incluso aburrimiento, y se presenta como una necesidad urgente de comer, aunque la persona no tenga hambre física real. En lugar de estrategias funcionales o adaptativas para manejar las emociones, como hablar con alguien o realizar actividades de relajación, la persona puede recurrir a la comida, lo cual perpetúa el ciclo de atracones. Con el tiempo, la confusión entre hambre emocional y hambre física se convierte en una barrera para reconocer las verdaderas necesidades. 

Mucha gente asume incorrectamente que el trastorno por atracón es solo una cuestión de comer demasiado y carecer de autocontrol, cuando en realidad implica una serie de síntomas emocionales, psicológicos y físicos mucho más profundos.

  • Desconexión de las señales corporales. Las personas con trastorno por atracón a menudo se desconectan de las señales internas de su cuerpo, como el hambre y la saciedad. Durante los episodios de atracón, es común que continúen comiendo más allá de lo que su cuerpo necesita, debido a la compulsión y al impulso de alimentarse en respuesta a factores emocionales o situaciones estresantes. Esta desconexión con las señales físicas puede hacer que la persona coma de forma automática, sin ser consciente de cuándo está satisfecha. Con el tiempo, esta desconexión contribuye a que la persona se sienta aún más fuera de control respecto a la comida y a sus propias necesidades físicas. 
  • Dificultad para reconocer estados emocionales.  Usar la comida como un sustituto emocional. En lugar de identificar y expresar sus emociones, la persona recurre a la comida para obtener una satisfacción rápida y momentánea. Esta tendencia a usar la comida como una salida emocional contribuye a que la persona pierda la capacidad de reconocer sus emociones y poder regularlas con estrategias más funcionales. 
  • Autoanulación. Ignorar las necesidades personales. A medida que las personas con trastorno por atracón se habitúan a suprimir sus deseos genuinos y a satisfacer sus necesidades emocionales a través de la comida, experimentan un proceso de autoanulación en el que sus verdaderas necesidades quedan relegadas. Con el tiempo, esta supresión de deseos auténticos puede llevar a una pérdida de autenticidad, en la que la persona se siente cada vez menos conectada consigo misma y con su identidad. La comida pasa a ocupar el centro de su vida emocional, pero sin cumplir la función de satisfacción profunda que realmente necesita, lo cual puede agravar los sentimientos de frustración, insatisfacción y vacío. 
  • Distorsión de los deseos relacionados con la comida. Percepción errónea de los propios deseos alimenticios. Para las personas con trastorno por atracón, la relación con la comida suele estar teñida de culpa, vergüenza y restricciones. Esta mentalidad puede hacer que los deseos relacionados con la comida se distorsionen, haciendo que ciertos alimentos, especialmente los que se consideran «prohibidos» o «malsanos», se conviertan en objeto de deseo compulsivo. Este enfoque rígido hacia la comida genera una mentalidad de «todo o nada», en la que la persona puede tener intensos deseos de consumir grandes cantidades de ciertos alimentos, mientras que se siente incapaz de disfrutar de ellos de manera equilibrada. La dificultad para reconocer y satisfacer sus deseos alimenticios reales crea un ciclo en el que los alimentos se convierten en algo prohibido y altamente deseable, lo cual contribuye a episodios de atracón impulsivos. 
Autorregulación emocional ante la ingesta de comida

La autorregulación emocional en los trastornos de la conducta alimentaria

El autoestigma: vergüenza y culpa

El autoestigma se refiere a la internalización de los prejuicios y actitudes negativas de la sociedad hacia el propio trastorno, lo que genera una autovaloración negativa y sentimientos de vergüenza y culpa. Este proceso no solo agrava la sintomatología del trastorno por atracón, sino que también disminuye la calidad de vida y la capacidad para buscar ayuda y dificulta la recuperación. Las causas y efectos del autoestigma en el trastorno por atracón son los siguientes:

  • Internalización de estereotipos sociales. Prejuicios hacia el peso corporal. Las personas con trastorno por atracón tienden a internalizar estos estereotipos, ya que su trastorno a menudo implica episodios de ingesta excesiva que pueden conllevar un aumento de peso. Esto puede llevar a que la persona se perciba a sí misma como «débil» o «sin fuerza de voluntad», lo que incrementa el autoestigma.
  • Vergüenza y culpa por la percepción de falta de autocontrol. La cultura tiende a glorificar el autocontrol, especialmente en lo que respeta a la comida. Los atracones, caracterizados por una pérdida de control sobre la ingesta, suelen ser interpretados por la persona con trastorno por atracón como un fallo personal. Al adoptar esta visión, se autoconvence de que debería poder «superar» sus impulsos, lo que refuerza su creencia de que su trastorno es una señal de inferioridad personal o moral.

Las personas con trastorno por atracón a menudo evitan eventos sociales para evitar exponerse a la vergüenza y al juicio de los demás. Este aislamiento les impide tener el apoyo social necesario para afrontar su trastorno.

  • Culpa persistente por recurrir a la comida como refugio emocional. Las personas con trastorno por atracón recurren a la comida como una forma de calmar el estrés o emociones intensas, lo cual suele producir un alivio temporal pero también un ciclo de culpa y autojuicio. La persona siente que «no debería» depender de la comida para lidiar con sus emociones, y cuando recurre a ella, se percibe como débil o incapaz de regular sus emociones de una manera más «aceptable».
  • Sentimientos de inferioridad y baja autoestima. A medida que la persona con trastorno por atracón experimenta repetidos fracasos en su intento por controlar sus episodios de atracón, su autoeficacia y por ende su autoestima disminuyen. Esta percepción perpetúa el autoestigma, haciendo sentir a la persona como alguien con poco valor.
  • Aislamiento por temor a ser juzgado. Las personas con trastorno por atracón a menudo evitan eventos sociales o situaciones donde pueda haber comida para evitar exponerse a la vergüenza y al juicio. Al autoestigmatizarse, creen que los demás los verán de la misma manera negativa con la que ellos mismos se ven. Este aislamiento les impide tener el apoyo social necesario para afrontar su trastorno, lo cual aumenta el sentimiento de soledad y puede agravar los síntomas del trastorno.
  • Barreras para buscar ayuda. El autoestigma genera que las personas con trastorno por atracón crean que su problema no es «digno» de atención médica o psicológica. Piensan que, al ser algo relacionado con su autocontrol y alimentación, deberían poder manejarlo por sí mismos. Esto les lleva a subestimar su trastorno y minimizar la gravedad de sus episodios de atracón, retrasando así la búsqueda de tratamiento.