www.som360.org/es
Artículo

San Juan de Dios, un hombre extraordinario

Celebramos la festividad del fundador de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios
Hno. José Luis Fonseca Bravo

Hno. José Luis Fonseca Bravo

1er Consejero Provincial
Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Provincia de España
San Juan de Dios

Hablar de un santo es hablar de un hombre o mujer extraordinario, pero no por lo que imaginativamente solemos colocar fuera de nuestro alcance sino más bien por todo lo contrario.

Un santo es una persona que con gran determinación y convencimiento interior se cree la palabra de Dios y trata con su mejor voluntad llevarla a la práctica. Como dice el Papa Francisco debemos encontrar al «santo de la puerta de al lado» en esas personas que están siempre en buena disposición de ayuda y servicio.

Yo os quiero hablar de un santo ya muy de otros tiempos pero que su personalidad y su convencimiento interno lo han traído hasta nuestros días, «viejo» en el tiempo, pero de rabiosa actualidad en su carisma.

Juan Ciudad Duarte que es como se llamaba en la vida civil, era un hombre inquieto y buscador y de esa forma de ser. Viendo su biografía nos sorprende, en determinado momento, sus andaduras, que unos las pueden interpretar como aventurero y otros como inconformista con los modelos de sociedad establecidos.

Desde sus más diversos oficios y, muchos de ellos, contradictorios en esa búsqueda, de pastor tranquilo en Oropesa a soldado en la guerra, hay un trayecto diferencial tremendo. De la paz y serenidad del campo al campo de batalla, que de serenidad no tiene nada. Siendo soldado por un descuido está a punto de ser ejecutado. No hay duda que todos estos momentos, para un hombre inquieto y buscador, le fueron encaminando al inconformismo y a la búsqueda de algo diferente que le hicieran sentirse bien.

Sigue su recorrido de oficios de albañil, de librero, pero en todos ellos no termina de encontrarse consigo mismo ni con su deseo de mayor plenitud y felicidad. Y he aquí que un predicador afamado, Juan de Ávila, está en Granada. Y Juan de Dios piensa que debe escuchar los planteamientos que este hombre de fe fuerte hace a las personas.

Y como en todos los hombres, a la hora de las grandes decisiones hay un mecanismo interno que dice: «ese es el camino que buscaba y no acababa de encontrar. Es contradictorio con lo que he vivido y es contradictorio con lo que la sociedad plantea, pero es mi camino de plenitud».

El problema es que seguir ese camino de radicalidad exige salirse de la norma y la sociedad tendente a la seguridad y a la comodidad no entiende que alguien haga cosas diferentes. En lugar de buscar un diálogo constructivo se propone una solución fácil, le tachamos de «loco» y lo aislamos encerrándolo en el Hospital Real de Granada.

Y lo justificamos diciendo que para eso hemos construido un espacio para las personas «diferentes», con conductas inapropiadas, que seguramente en aquel momento las tacharon de anti sociales. Quizá no hayamos avanzado mucho a pesar del tiempo trascurrido y también ahora exista esa tentación de protegernos del diferente.

Pero su camino, que ha comenzado a ver la luz nueva y diferente en su interior, se fortalece todavía más cuando sufre en su propia carne los tratos que se dan a las personas y entiende, existencialmente, que ese no es camino de humanidad sino de deshumanización y por tanto pronuncia esa convicción tan profunda y tan visionaria:

«Jesucristo mi Dios me traiga tiempo en que yo pueda recoger los pobres desamparados y faltos de juicio, para curarlos con caridad y amor».

Este es el inicio de un buscador que ha hallado el camino y que ahora entiende que ha de prepararse. Es por ello que se desplaza a Guadalupe donde, con los monjes –verdadera escuela de medicina de aquellos tiempos-, adquiere los conocimientos y habilidades para poder tratar a las personas enfermas como él quiere y entiende ha de hacerse.

Solidarios y hospitalarios con los que sufren

Pero el tema no se resuelve tan fácil. Ahora que ya tiene el propósito firme y el conocimiento, precisa de los recursos. Y desde su experiencia vital entiende que la solidaridad pasa porque las personas entiendan que para crecer como humanidad es imprescindible ayudarse unas a otras y por ello comienza su lema para pedir «hermanos haceos bien a vosotros mismos» siendo solidarios y hospitalarios con los que sufren y se lo están pasando muy mal en la vida.

Cuando en una persona hay tanto ímpetu y convencimiento personal no hay barreras para su misión y, por ello, como ve que son tantas las necesidades que tiene y que con las limosnas de su entorno no las puede cubrir acude al rey de España en Valladolid.

El problema es que no funciona con una mente racional sino con un espíritu hospitalario, que le desborda, y por ello los recursos que obtiene se desparraman con cada encuentro en que se halla a personas sufriendo. Lo que recibe en Valladolid no llega a Granada…

Por eso, este hombre no es santo por hacer «cosas raras» o «extraordinarias». Su biografía es la de una persona buscadora de sentido y de plenitud para la vida y que, cuando la halla por la fuerza de la fe, encuentra unos convencimientos y unas energías para construirse en lo profundo como ser humano, potenciando sus capacidades y aceptando sus pobrezas y limitaciones.

Y ese saber crecer en lo humano desde la fuerza de la vida espiritual, le hace extraordinario. Durante tantos años han existido y existen personas que se creen de verdad el proyecto existencial de plenitud y felicidad que propone Juan Ciudad Duarte que en coherencia con el evangelio de la misericordia de Jesús de Nazaret «que pasó por este mundo haciendo el bien a todos», le llevó a la santidad y a perpetuarse en el tiempo.