¿Qué opinión tiene sobre cómo se está construyendo el relato de esta pandemia en relación a los colectivos más vulnerables?
«Cuando hablamos de los “más vulnerables" estamos reconociendo la vulnerabilidad como característica de todos en tanto que necesitamos de los otros para sobrevivir y crecer. Ahí se funda la ética del cuidado.
Todos somos seres vulnerables y seres también vulnerados.
Los más vulnerables son, por lo general, los más vulnerados, los más heridos, los más perjudicados por las injusticias, por la pobreza, por las políticas que no atacan la desigualdad o la generan, por la falta de comida, de abrigo, de techo y por la soledad.
Los más vulnerables no son un constructo social sino la realidad de muchas, de demasiadas personas que son expulsadas del disfrute de una vida digna.
El peso de los determinantes sociales en el derecho a la salud
Durante el tiempo de pandemia no solo ha habido problemas sanitarios: han seguido muriendo personas en el mar, en naves industriales incendiadas o en la calle.
No veo un claro relato acerca de la pandemia y los colectivos de personas vulnerables; y es que muchos de éstos llegan al tiempo de pandemia vulnerados y a ellos se añaden otros muchos que estaban en una situación seriamente frágil. Ese relato debería señalar que la pandemia, para muchos, no es el problema sino aquello que permite verlo y lo incrementa. Porque lo que hay que hacer, además de erradicar el virus, es erradicar las condiciones que previamente a éste están generando tanto sufrimiento.
Durante mucho tiempo se defendió que el virus afectaba a todos por igual. Era frecuente oír que el virus no distinguía de barrios ni de clase social; que todos íbamos en el mismo barco. Nada de ello es verdad.
El virus afecta más a los más pobres, a los que viven en peores condiciones. Las limitaciones que impone son mayores para quienes menos tienen.
Tardó, por ejemplo, en aceptarse que se pudieran suavizar las condiciones del confinamiento domiciliario a aquellos cuyas condiciones de salud les dificultaba estar encerrados sin incrementar su angustia.
El relato sanitario o sanitarista lo ha invadido todo y a remolque se han ido agregando retazos de discurso sobre los efectos sociales del virus. Pero éstos son, en mi criterio, tan o más graves. El virus pasará, con los costes de vidas humanas que sea, siempre un hecho doloroso; pero las vidas dañadas, la dignidad herida, la pobreza insultante perdurarán y sufrirán más los más desvalidos. Recordando palabras de Miquel Martí Pol en El llibre de les solituds “como ha pasado desde que el mundo es mundo y los humanos que en él vivimos nos hemos hecho los amos”.
Hay tres relatos que están siendo abandonados y que urgen: el de la ética y los valores; el de los menos favorecidos que no tienen voz; y el de los profesionales del sector social que acompañan a tantas personas con tan altas carencias y cuya voz se echa en falta.»