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Duelo por la pérdida de un hermano o una hermana

Consejos para afrontar un proceso doloroso y profundamente único
Dra. Sara Siddi

Dra. Sara Siddi

Psicóloga y Doctora en Neurociencia Clínica. Departamento de Docencia, Investigación e Innovación.
Parc Sanitari Sant Joan de Déu
Dos hermanas abrazándose

Resumen

El duelo por la pérdida de un hermano o hermana es una experiencia intensa y única debido al fuerte vínculo fraternal, que involucra emociones e historias compartidas desde la infancia. Sociedad y familia a menudo infravaloran este duelo, pero quienes lo sufren enfrentan un vacío profundo y cambios en las dinámicas familiares que pueden llevar a la asunción de nuevas responsabilidades y a una introspección sobre la vida y la mortalidad. Se recomienda dar un espacio al duelo de manera individual, comunicar los sentimientos, mantener rutinas y hábitos saludables, y rendir tributo al ser querido para integrar el duelo en la vida cotidiana. Aceptar el duelo permite mantener viva la memoria del hermano o la hermana, honrando el impacto que ha tenido en nuestras vidas y transformando la pena en un lazo que trasciende su ausencia.
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La pérdida de un ser querido abre un proceso interno de dolor conocido como duelo. El duelo por la pérdida de una hermana o hermano en la adultez es un proceso profundamente único, muchas veces incomprendido o poco reconocido por la sociedad. Este vínculo fraternal, que nace en la infancia y evoluciona a lo largo de los años, representa una conexión que no solo es emocional, sino también histórica y simbólica. Un hermano es alguien que comparte nuestras raíces y con quien construimos un mapa emocional que moldea quiénes somos.

El duelo al perder a un hermano o una hermana en la adultez

Las relaciones entre hermanos tienen una profundidad única porque están marcadas por una conexión que trasciende el tiempo, las diferencias y los conflictos. La convivencia desde la infancia crea una narrativa común, una base de experiencias compartidas que pocas relaciones pueden igualar. Esas memorias conjuntas —los juegos, las peleas, los secretos, las risas— forman un vínculo que, incluso con el paso de los años y los cambios en la vida, permanece significativo.

Cuando ocurre la pérdida de un hermano o hermana, el vacío que deja es incomparable. No solo se extraña a la persona, sino también la complicidad y la conexión con un pasado que se siente irremplazable. Perder a alguien que ha sido testigo de tus primeras caídas y logros, que entendía el contexto de tus alegrías y dolores, amplifica el duelo. Las fechas significativas, como cumpleaños y festividades, actúan como espejos que reflejan la ausencia, transformando lo que solía ser motivo de alegría en momentos de nostalgia y añoranza.

Aceptar el duelo no elimina la ausencia, el vacío, pero nos invita a transformar esa pérdida en un puente hacia los recuerdos compartidos y el impacto que esa persona dejó en nosotros.

A menudo, esa pérdida se siente de manera más aguda en los pequeños detalles del día a día: una llamada que ya no llega, un consejo que ya no se puede pedir, o un simple abrazo en un momento de dificultad. Lugares compartidos, palabras dichas en un momento crucial o incluso una canción favorita pueden traer a la memoria la fuerza de esa conexión. Y aunque el dolor nunca desaparece por completo, esos recuerdos pueden transformarse en un refugio, una forma de mantener viva su presencia en el interior.

La vida sin un hermano o hermana puede sentirse como un libro con capítulos incompletos, pero también nos deja con la responsabilidad de honrar su memoria. Eso puede manifestarse al revivir los valores o las experiencias que se compartieron, al mantener vivos los rituales que los unían, los objetivos comunes o, simplemente, al hablar de ellos para que su esencia siga siendo parte del presente.

Hablar de la muerte

Hablar de la muerte para vivir y morir mejor

El duelo olvidado

El duelo por un hermano o hermana es, con frecuencia, un «duelo olvidado». La atención suele centrarse en los padres, la pareja o los hijos, dejando a los hermanos supervivientes con escaso reconocimiento y apoyo. Esto puede intensificar la soledad y el abandono y complicar el proceso de duelo.

Además, la pérdida de un hermano nos lleva a reflexionar sobre la fragilidad de la vida, sobre nuestros valores y nuestra propia mortalidad, enfrentándonos tanto a la inevitabilidad de la muerte como al impacto que nuestra partida tendría en la familia.

Cambios en la familia después de la pérdida

La pérdida de un hermano o hermana, especialmente si era el único, puede ser una experiencia profundamente solitaria. Sin alguien con quien compartir la historia familiar o las decisiones importantes, el hermano restante se enfrenta a la transición a «hijo único». Si el hermano fallecido era el mayor, el siguiente asume la responsabilidad de mantener la cohesión familiar y apoyar a los padres, lo que conlleva una carga emocional significativa.

La necesidad de mostrarse fuerte puede llevar a la represión de emociones, dificultar la aceptación de la pérdida y crear tensiones por cómo cada miembro de la familia enfrenta el duelo.

El impacto trasciende el dolor personal, alterando roles y expectativas familiares. No solo se pierde un confidente y un apoyo emocional, sino que las decisiones cruciales recaen completamente en el miembro restante, lo que puede resultar desgastante. Este cambio de roles genera miedo, inseguridad y dificultades para manejar las nuevas expectativas y complica también el proceso de duelo.

El peso del duelo compartido

Ser el apoyo principal de la familia a menudo impide al miembro restante procesar su propio dolor. La necesidad de mostrarse fuerte puede llevar a la represión de emociones, dificultando la aceptación de la pérdida y creando tensiones debido a las diferencias en cómo cada miembro enfrenta el duelo.

El duelo como experiencia compartida e individual

La pérdida de un miembro de la familia afecta profundamente a todos sus integrantes, y cada uno necesita tiempo para atravesar el duelo. Es crucial permitir que cada persona viva su proceso de forma individual, respetando sus tiempos y emociones. No es momento para ocultar sentimientos, sino para fomentar una comunicación honesta que permita compartir el dolor y buscar apoyo mutuo.

El desafío de la incomprensión

Aceptar el sufrimiento por la pérdida de una hermana o un hermano es un desafío profundamente emocional. Aunque el duelo puede ser abrumador, existen pasos que se pueden seguir para facilitar el proceso, ya sea por iniciativa propia o con el apoyo de otros.

Es común que amigos o familiares, con buena intención, sugieran «volver a la normalidad» lo antes posible. Sin embargo, este tipo de consejo a menudo resulta contraproducente, pues puede hacer que quien está en duelo se sienta incomprendido o invalidado en su experiencia. Esto puede generar desconfianza o la percepción de que las propias emociones y formas de actuar no son «normales».

Hablar abiertamente sobre lo que se siente puede ayudar a romper la barrera de incomodidad y recuperar la cercanía con quienes pueden ofrecer apoyo.

Muchas personas tienen la idea equivocada de que el duelo es un evento breve, limitado a las lágrimas derramadas durante el funeral. Sin embargo, el duelo es un proceso prolongado que involucra múltiples emociones, acciones y reflexiones, todas necesarias para aceptar la pérdida. Este camino es único para cada persona y no sigue un cronograma establecido.

Con frecuencia, los amigos o conocidos pueden sentirse incómodos o inseguros sobre cómo apoyar a una persona en duelo, lo que puede llevarlos a evitar el contacto. Esta reacción, aunque comprensible, puede ser muy dolorosa para quien está atravesando la pérdida, intensificando sentimientos de soledad y abandono. En estas circunstancias, aunque resulte difícil, es útil tomar la iniciativa para restablecer el contacto. Hablar abiertamente sobre lo que se siente puede ayudar a romper la barrera de incomodidad y recuperar la cercanía con quienes pueden ofrecer apoyo.

Imagen de salida del sol en campo

Disminuir el malestar emocional tras la pérdida de un ser querido

Pautas y consejos para afrontar el duelo

Cada persona enfrenta el duelo de manera única, y el tiempo necesario para reconstruir la vida tras una pérdida varía de una persona a otra. Aunque no existe una forma correcta de atravesar este proceso, algunas pautas y estrategias pueden ayudar a manejarlo de manera más llevadera.

  • Siente tus emociones. El dolor, la tristeza y otras emociones son naturales. Llora si lo necesitas, siéntete vulnerable o expresa lo que surja. Reconoce tus emociones, acéptalas y dales espacio. Habla con alguien de confianza o escribe en un diario si te ayuda a procesarlas.
  • Evita aislarte. Mantén el contacto con amigos, familiares y tu entorno cotidiano. Compartir tus experiencias puede brindarte consuelo y apoyo emocional. Si notas incomodidad en otros, toma la iniciativa para restablecer el contacto.
  • Cuida tu salud física y emocional. Descansa bien, come de manera equilibrada y realiza actividades físicas como caminar, nadar o practicar yoga. Estas acciones alivian tensiones y ayudan a equilibrar tus emociones. Evita el consumo excesivo de alcohol u otras sustancias que puedan complicar el proceso.
  • Mantén cierta normalidad. Realiza tareas diarias como preparar comidas, trabajar o cuidar de la familia para mantener estabilidad. Evita cambios drásticos como mudarte o cambiar de empleo durante el primer año. Las rutinas y el orden pueden ser un ancla en tiempos difíciles.

Libérate de la culpa por lo que dijiste o dejaste de decir. La autocompasión y el perdón hacia ti mismo son fundamentales para encontrar paz.

  • Honra su memoria. Continúa proyectos compartidos, como un viaje o una actividad especial. Recolecta fotografías y crea un álbum para preservar los momentos vividos juntos. Estas acciones mantienen viva la conexión y celebran su recuerdo.
  • Ten paciencia contigo mismo. Adaptarte a la pérdida lleva tiempo. Avanza a tu propio ritmo, sin presiones externas ni comparaciones. Tu proceso es único y válido.
  • Practica el perdón. Libérate de la culpa por lo que dijiste o dejaste de decir. La autocompasión y el perdón hacia ti mismo son fundamentales para encontrar paz.
  • Prepárate para fechas importantes. Aniversarios, cumpleaños y festividades pueden traer emociones intensas. Planifica cómo manejarlas y considera realizar actos simbólicos en su honor, como mantener tradiciones familiares o crear nuevas, pero sin forzarlas. 
  • Exprésate de manera creativa. Escribir, pintar, tocar música o cualquier otra actividad artística puede ayudarte a canalizar tus sentimientos y dar sentido a la pérdida.
  • Busca apoyo en grupos o comunidades. Conecta con personas que han vivido experiencias similares. Compartir recuerdos, emociones y aprendizajes en un entorno empático puede ser reconfortante

El valor de aceptar y convivir con el duelo

El duelo por la pérdida de un hermano o una hermana es un proceso profundamente humano que demanda tiempo, apoyo y comprensión. Aceptar el duelo no significa dejar de sentir dolor, sino aprender a darle un lugar en nuestra vida y a convivir con él de manera que nos permita seguir adelante. No elimina la ausencia, el vacío, pero nos invita a transformar esa pérdida en un puente hacia los recuerdos compartidos y el impacto que esa persona dejó en nosotros.

Aunque el dolor puede persistir, también nos brinda la oportunidad de valorar los momentos compartidos y la influencia de esa relación en nuestra identidad. Mantener vivo su recuerdo y reconocer la huella que nos dejó ayuda a integrar el duelo, transformándolo en una fuente de significado y conexión que enriquece nuestra existencia. Gestos, aromas, objetos o símbolos serán testigos de que esa relación permanece, pues nunca desaparecerá.

Honrar la memoria de quien partió, mantener viva su esencia y permitir que «su esencia, su energía» permanezca en nuestra vida nos ofrece consuelo y sentido. Este vínculo que trasciende la ausencia es un testimonio del amor fraternal y de la importancia de esos lazos en quienes somos. Aunque el camino pueda ser largo, la memoria de esa relación se convierte en una estrella que ilumina nuestra vida y nos ayuda a seguir adelante con amor y significado.
 

¡Dedicado a mi gran tesoro!
Gracias por nuestros 41 veranos juntas. Sin ti, no habría llegado a ser la persona que soy hoy.